Durante el miércoles de esta semana, el actual presidente Joe Biden, ha firmado una serie de órdenes ejecutivas en pro de “enfrentar la amenaza existencial del cambio climático”, entre las que destacan el cese a las explotaciones de fósiles a través de la perforación hidráulica “Fracking”, y el uso de agua que hay en esas tierras.
Así mismo, el mandatario ha ordenado suspender nuevos arrendamientos de tierras federales para extraer gas y petróleo, una medida que de inmediato provocó reacciones de rechazo por parte de la industria. Además, la orden del ejecutivo va dirigida a que las agencias federales contemplen la eliminación de los subsidios a los combustibles fósiles, pidiéndoles identificar nuevas oportunidades que estimulen la innovación.
Lo que busca esta nueva administración es “convertir el cambio climático en una prioridad” de su política exterior y de la seguridad nacional, de ahí el compromiso del presidente para que Estados Unidos proteja el 30% de las tierras y aguas federales para el año 2030, con miras a detener la pérdida de biodiversidad, según la información publicada por la prensa.
“No vamos a prohibir el fracking, vamos a proteger y aumentar los empleos”, aclaró el mandatario durante una comparecencia en la Casa Blanca
De hecho, la administración del presidente Joe Biden, quiere traer de nuevo un consejo presidencial de asesores científicos y otro que dirija la toma de decisiones científicas en las agencias federales, así como pedir a las agencias que inviertan en áreas vinculadas económicamente con los combustibles fósiles y ayudar a las comunidades afectadas por daños ambientales.
Como afirma el diario “The Washington Post” citado por La Razón, el petróleo, el gas y el carbón extraídos en áreas federales y quemados para generar electricidad y mover vehículos representa una cuarta parte de las emisiones de CO2 del país. Reducir estas actividades, dice, restauraría la credibilidad perdida de EE.UU. en la lucha contra el cambio climático y abriría la senda para alcanzar el objetivo anunciado por el nuevo mandatario, que la economía americana sea neutra en carbono para el año 2050.
Pero las medidas ya se han alzado en fuertes críticas, y lo más probable es que es el grupo opositor del Congreso, los Republicanos manifiesten su rechazo ante estas nuevas políticas.
De la misma manera, las medidas adoptadas por el actual presidente, tiene indignada a la industria de los combustibles fósiles, quienes han expresado que “restringir el desarrollo en tierras y aguas federales no es más que una política de ‘importar más petróleo'”, dijo Mike Sommers, presidente y director ejecutivo del American Petroleum Institute.
“La demanda de energía seguirá aumentando, especialmente a medida que la economía se recupere, y podemos optar por producir esa energía aquí en Estados Unidos o depender de países extranjeros hostiles a los intereses estadounidenses”, agregó.
Así mismo, ha dicho en un comunicado publicado por Anne Bradbury, presidenta de American Exploration y Production Council, un grupo que representa a los productores de petróleo y gas, que “penalizar a la industria del petróleo y el gas mata los empleos estadounidenses bien pagados, daña nuestra economía que ya está en apuros, hace que nuestro país dependa más de fuentes de energía extranjeras e impacta a quienes dependen de energía asequible y confiable”.
Se prevé, que entre los planes de la Administración Biden, este el recorte de sus emisiones de gases de efecto invernadero (conocidos como NDC) para la próxima década antes o durante la cumbre internacional convocada por EE.UU. Las cifras que el expresidente Barack Obama estableció en el 2015 cuando EE.UU. se integró al Acuerdo de París, apuntaban a una reducción para el 2025 de un 26% y un 28% con respecto a los niveles presentados en 2005.
“Estados Unidos debe ser lo más ambicioso posible, porque nuestra credibilidad se ha visto empañada en estos cuatro años que hemos estado ausentes”, sostuvo este miércoles el enviado presidencial especial para el clima, John Kerry, en una rueda de prensa en la Casa Blanca.
En lo que respecta a la batalla medioambiental que ha generado la obra del oleoducto Keystone XL, cuyo objetivo tenía el de llevar petróleo desde Canadá hasta el Golfo de México (con la capacidad para transportar unos 800.000 barriles al día), es una construcción que se ha visto interrumpida con cada jefatura presidencial de los últimos años. El presidente Donald Trump revivió esta obra después de que el expresidente Obama la parara durante su administración, ahora, de nuevo con la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca, este este proyecto de nuevo se cancela.
La controversia presenta dos posturas, la corporación que lleva a cabo su construcción, TC Energy y el lobby del petróleo, que argumenta que este proyecto es fuente de trabajo para miles de puestos, teniendo en cuenta el desempleo tan grande que está dejando la pandemia del Covid-19. Por otro lado están las organizaciones conservacionistas, que procuran la defensa del territorio ocupado por las comunidades indígenas y de aquellos propietarios de terrenos que se verían afectados por la división de las tierras, al introducir las tuberías.
Cabe resaltar que el petróleo generado en Canadá, de las llamadas arenas bituminosas, es un producto muy difícil de conseguir, por lo que su extracción necesita una minería de cielo abierto, que produce, además de las emisiones contaminantes de CO2 a la atmósfera, la salida de metales pesados, sulfuros y metano. Según datos de la organización sin ánimo de lucro Natural Resources Defense Council supone un 23% más de emisiones de carbono de media que el petróleo convencional y necesita entre 2 y 4,5 barriles de agua por cada barril de petróleo.
Finalmente, Estados Unidos ha anunciado que Washington organizará la próxima Cumbre de Líderes Climáticos, el 22 de abril, Día de la Tierra y también del quinto aniversario de la firma del Acuerdo de París, según el memorando.
De hecho, el señor David Waskow, del Instituto de Recursos Mundiales, ha expresado que esta cumbre será la oportunidad perfecta para que se produzca un nuevo impulso multilateral en materia climática, tras los cuatro años de mandato de Donald Trump.
“Será una oportunidad para que Estados Unidos venga a la mesa de negociaciones junto a otros para impulsar la agenda y acelerar el paso de cara a la COP26”, la reunión de la ONU sobre el clima que se celebrará en Glasgow a finales de este año.
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